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sábado, 14 de junio de 2014

Una lenteja

Tengo recuerdos borrosos del ultimo fin de semana largo. Es como si hubiera estado en ese estado de borrachera donde aún no estas ebrio, pero todo te parece tan relajado que simplemente las cosas pasan a tu alrededor y tu no les das importancia. La diferencia es que no bebí más que el equivalente a dos cervezas. Supongo que el cerebro ya estaba empezando a reaccionar a lo que acontece. El cerebro y el cuerpo en general, porque las energías ya me empezaban a escasear.

El martes lo peor era el cansancio. El cansancio y la imposibilidad de concentrarse. Horas de trabajo interminables, mirando a la pantalla, al papel, a la pantalla de nuevo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estoy mirando? ¿qué pasará si duermo sólo un poquito, nada más que un poquito, aquí, sobre el escritorio?

El olor a bencina me tranquiliza y me quita las nauseas.
Me pasa lo mismo con el olor a guano de vaca que entra por la ventana del auto cuando nos acercamos, camino desde el trabajo, a este pueblito que hemos elegido como hogar.
Tomar agua cada vez me alivia menos. El sabor del agua normalmente me encanta, pero después de zamparme vaso tras vaso tras vaso en un intento por sentirme mejor, su sabor empieza a arderme en la garganta.
Siento una especie de pesadez en la cabeza. Es como si tuviera dolor de cabeza, pero sin dolor. No hace mucho sentido pero no veo forma mejor para describirlo.
Me duele estar de pie, o caminar mucho. Me marea subir las escaleras, y como tengo la nariz seca/tapada y como (supongo) que mi volumen sanguíneo ha aumentado, me quedo corta de respiración y el corazón se me acelera. Nada conveniente que la consulta del médico de cabecera quede en el sexto piso.

No siento tener más ganas de orinar. Estreñimiento está a la orden del día.
Mi pelo parece estar recuperando el equilibrio que hace tantos meses perdió, y aunque sigo pelichando como gato angora, no veo que se ponga graso luego de tan solo un par de horas de lavado.
Los pechos se sienten pesados, rellenos... RE-llenos.
No me he sentido más emocional; al menos no en el sentido de sentirme triste. Sí, a veces los malos recuerdos me siguen invadiendo, pero me siento estable, contenida, tranquila... y cuando me siento así, esos malos recuerdos y malos sentimientos parecen escurrir como el agua, sin llegar a mojarme. Me siento bien anímicamente y eso me significa mucho. Sé que a él también.
Me siento cansada. El viernes dormí una siesta al llegar del trabajo. Una hora y algo. Un par de horas más semi despierta y de ahí a la cama. Me costó 15minutos volver a dormirme y no desperté durante toda la noche.

Hoy lo más productivo que he hecho fue hacer un poco de comida express.
Me da nauseas pensar en costillar. Quiero comer cosas cremosas, como la sopa exquisita que él preparó de almuerzo, o como la salsa de queso que le puse a mi pasta express.
Las nauseas me vienen de la nada a veces, otras porque miro muy fijo algún punto, o porque me muevo muy rápido, o simplemente porque me muevo.

Extraño ir a pescar, pero sé que no estoy en condiciones de hacerlo. Agradezco que no haya hecho calor hoy, el frio ayuda con las nauseas.

En este mismo momento tengo mucho, mucho frio, pero igual mi cabeza se siente pesada, acalorada, nublada.

Sé que esto pasará, para bien o para mal. De hecho, ni siquiera es a modo de queja que escribo esto, sino más una descripción, para cuando me venga la nostalgia, de todo lo que me está pasando en este momento.

Hoy hay una pequeña lentejita creciendo dentro de mi. Una lentejita de 6 semanas + 2 día de edad. Una lentejita que aún me cuesta comprender como algo real (pero que cada nuevo síntoma me reafirma). Una lentejita que según algunos pesimistas noruegos puede que no llegue a mayores, pero que yo siento que se agarra bien firme a mi, y que aunque mañana no lo esté hoy SI está.

Hoy estás dentro de mi, bebé-lenteja, y espero que sigas allí hasta que estés en condiciones para ver el mundo que tu papá y yo estamos tratando de arreglar para ti.